Etica y Desarrollo Profesional

OBJETIVO ofrecer al estudiante universitario un espacio para la reflexión crítica y colectiva sobre las implicaciones que tienen los valores en todo lo que se estudia; para que asuma una postura comprometida ante su realidad; un espacio que promueva condiciones donde se desarrollen sus habilidades cognitivas, sociales y valorativas a fin de que les permita asumir la responsabilidad ética de sus acciones en los ámbitos individual, profesional y civil.

02 marzo 2018

¿Qué son los valores?

Unidad 2 Tema 1

Fuente: Frondizi, Risieri
“Qué son los valores”

¿Qué son los valores?
Los valores no existen por sí mismos, necesitan de un depositario en el cual descansar. Aparecen como cualidades en esos depositarios: belleza de un cuadro, elegancia de un vestido, utilidad de una herramienta.

Los valores no son cosas ni elementos de cosas, sino propiedades, cualidades, que poseen ciertos objetos llamados bienes.
Valores


Propiedades o cualidades que poseen los objetos

Características


Polaridad


Jerarquía


Objetividad


Subjetividad

Positivo

Negativo

Superior

Inferior

Independencia del objeto

Dependencia del objeto



Como las cualidades no pueden existir por sí mismas, los valores pertenecen a los objetos llamados “no independientes”, es decir, que no tienen sustantividad; esta propiedad, aparentemente sencilla, es una nota fundamental de los valores.

Por ser cualidades, los valores son entes parasitarios – que no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales – y de frágil existencia.
No hay que confundir los valores con los llamados objetos ideales –esencias, relaciones, conceptos, entes matemáticos-; la diferencia está en que éstos son ideales mientras que los valores no lo son. Mejor se verá la diferencia si se compara la belleza, que es un valor, con una idea de belleza, que es un objeto ideal. Captamos la belleza, primordialmente, por vía emocional, mientras que la idea de belleza por vía intelectual.
A fin de distinguir los valores de los objetos ideales, se afirma que estos últimos “son” mientras que los valores no “son” sino que “valen”.

Polaridad y Jerarquía

Una característica fundamental de los valores es la polaridad. Los valores se presentan desdoblados en un valor positivo y el correspondiente valor negativo. Así, a la belleza se le opone la fealdad; lo malo a lo bueno, lo injusto a lo justo, etc.
El desvalor, o valor negativo, no implica la ausencia del valor positivo: el valor negativo existe por sí mismo y no por consecuencia del valor positivo. La “fealdad” tiene tanta presencia efectiva como la “belleza”; nos encontramos con ella a cada rato. Lo mismo puede decirse de los demás valores negativos como la injusticia, lo desagradable, la deslealtad, etc.
Los valores están, además, ordenados jerárquicamente, esto es, hay valores inferiores y superiores. No debe confundirse la ordenación jerárquica de los valores con su clasificación.

Valores objetivos y subjetivos

¿Tienes cosas de valor porque las deseas o las deseas porque tienen valor?
¿Es el deseo, el agrado o el interés lo que concede valor a una cosa o, por el contrario, sentimos tales referencias debido a que dichos objetos poseen un valor que es previo y ajeno a nuestras reacciones psicológicas u orgánicas?.
O si se refieren términos más técnicos y tradicionales:
¿Son los valores objetivos o subjetivos?
El valor será objetivo si existe independientemente de un sujeto o de una conciencia valorativa; a su vez, será subjetivo si debe su existencia, su sentido o su validez a reacciones, ya sean fisiológicas o psicológicas, del sujeto que valora. Un ejemplo es: los objetos físicos tienen ciertas cualidades, llamadas “primarias” que pertenecen a los objetos mismos; otras en cambio, como las cualidades sensibles o “secundarias” dependen, al menos en parte, de un sujeto que las percibe.
No podemos hablar de valores fuera de una valoración real o posible. En efecto, ¿qué sentido tendría la existencia de valores que escaparan a toda posibilidad de ser apreciados por el hombre? ¿Cómo sabríamos que existen si estuvieran condenados a mantenerse fuera de la esfera de las valoraciones humanas?. En este punto el subjetivismo parece pisar tierra firme; el valor no puede ser ajeno a la valoración.
Es cierto que la valoración es subjetiva, pero es indispensable distinguir entre valoración y valor, el valor es anterior a la valoración.
La verdad no se basa en la opinión de las personas, sino en la objetividad de los hechos. Lo mismo sucede con los valores. La opinión de la gente de mal gusto en nada perjudica la belleza de una obra de arte.
Hay casos concretos que demuestran claramente la subjetividad de los valores. Los sellos de correo constituyen uno de esos casos ¿Dónde esta el valor de los sellos de correo? ¿Hay algo en la calidad del papel o en la belleza del dibujo o en la impresión, que explica el valor que tienen?, el deseo de coleccionarlos, es entonces lo que les da ese valor.
Valoramos también lo que nos desagrada ¿A quien le agrada arriesgar la vida para salvar a un hombre que se está ahogando?, sin embargo, lo hacemos cuando queremos cumplir con nuestro deber, ponemos nuestro deber encima del agrado o desagrado. El deber es objetivo y descansa en un valor moral que tiene igual carácter y que esta por encima de los gustos o disgustos, de los intereses o conveniencias. En el ámbito del valor de la honestidad, su mérito radica en su capacidad de sobreponerse a los reclamos de los placeres, apetitos y conveniencias, el placer se mueve en un plano bajo la propia personalidad.
Los argumentos subjetivistas no logran convencer a los objetivistas. Estos sostienen que no puede hacerse descansar toda una teoría axiológica sobre el ejemplo de los sellos de correo, las cosas no tienen el valor porque las deseamos, sino que las deseamos justamente porque tienen valor. Parece, en efecto, que no las deseamos porque sí, sino porque hay en ellas algo que nos incita a desearlas.

¿Cómo captamos los valores?

Los valores no se dan aislados, sino que tienen una existencia parasitaria: se nos presentan siempre apoyados en un sostén. El sostén es de orden real –piedra, lienzo, papel, gesto, movimiento- y lo captamos por los sentidos ¿Captamos de igual modo el valor que el él se apoya?
La cuestión que planteamos es distinta. Queremos saber si es por los sentidos u otro medio que captamos los valores que cabalgan sobre los depositarios. Así, por ejemplo, cuando vemos dos manzanas, captamos cada una de ellas con los ojos, pero la semejanza no la captamos con los ojos de la cara, sino con los del intelecto.
Con los valores podemos separar la captación de los objetos reales, que sirven de vehículo de los valores, de los valores mismos, y preguntarnos si ambos se captan de un modo semejante.
Fuera del interés que ofrece de por sí el problema de la captación de los valores, su solución arrojará luz sobre la naturaleza de los valores mismos.

Razones valederas
Cuando alguien hace una afirmación sobre los valores, es legítimo preguntarle ¿Cómo lo sabe?. La pregunta elimina las afirmaciones de tipo dogmático y obliga a poner las cartas sobre la mesa.
Es común que se ofrezcan razones irrelevantes para respaldar un juicio de valor. Se pretende probar que un vino es bueno porque es caro, un auto tiene calidad porque lo compra la gente distinguida, una novela es buena porque está en la lista de bestsellers, un hombre es honesto por que pertenece a una “buena familia”.
El abuso de argumentos irrelevantes se debe a dos hechos. El primero es la falta de claridad mental sobre el asunto; no se sabe distinguir entre una cualidad o hecho relevante y otro irrelevante para apoyar una afirmación sobre los valores. La otra razón es que el uso de argumentos irrelevantes logra, con frecuencia, el efecto buscado: convencer al prójimo.
Quien enuncie un juicio de valor debe cuidar que los argumentos que lo respalden sean relevantes y válidos; si no reúnen la primera condición, jamás podrán adquirir la segunda.Como ocurre en la mayoría de las cuestiones axiológicas, en este caso no hay recetas para solucionar las dificultades