Etica y Desarrollo Profesional

OBJETIVO ofrecer al estudiante universitario un espacio para la reflexión crítica y colectiva sobre las implicaciones que tienen los valores en todo lo que se estudia; para que asuma una postura comprometida ante su realidad; un espacio que promueva condiciones donde se desarrollen sus habilidades cognitivas, sociales y valorativas a fin de que les permita asumir la responsabilidad ética de sus acciones en los ámbitos individual, profesional y civil.

02 marzo 2018

El Respeto al Medio Ambiente




 

UNIDAD 4-Lectura 8

El respeto al medio ambiente
 
Gil, Ramón.
Valores humanos y desarrollo personal.
Tutorías de educación secundaria y escuelas de padres.

Ed. Escuela Española, Madrid, 1998, pp.284

CAPÍTULO VII

"Cada día estamos eliminando diez especies de seres vivientes que son una biblioteca de saber acumulado de millones de años por la tierra.
El sistema de la biosfera está gravemente enfermo porque hay una quimicalización de todas las relaciones de alimentación, una contaminación del suelo y del subsuelo, del aire...; a tal punto que el equilibrio dinámico de esta realidad sistémica que todo incluye -que es la tierra- puede quebrarse con la victimación de millones y millones de personas e, incluso, con riesgo de imposibilitar la biosfera".

(Leonardo Boff, 1996, Tiempo de hablar; n° 66)

La reflexión sobre la ecología y el ser humano que exponemos a continuación es fundamentalmente una síntesis y adaptación de los trabajos realizados por E. Alburquerque (1990) Y por el movimiento ecologista (Documentación Social n° 38), sobre los que hemos profundizado a lo largo de estos últimos cursos en las clases de ética con alumnos de Bachillerato y en Escuelas de Padres.

En los últimos años, quizá ante la degradación galopante, está despertando una responsabilidad ecológica, una mayor conciencia de respeto al ambiente, a la naturaleza, al entorno. Progresivamente ha ido surgiendo una pedagogía del medio ambiente. Es realmente algo necesario. Porque el sistema de crecimiento de nuestra era tecnológica pone en peligro hasta el mismo entorno humano. Lo amenaza, agota y devasta. Son muchas las voces y los grupos humanos que se alzan hoy proclamando el peligro de destrucción de la naturaleza que aflige a la humanidad. Esto constituye ya de por sí un objetivo suficientemente importante también desde el punto de vista ético.

El ecologismo es algo más que una moda reciente. Para las personas más sensibles se ha convertido en una tarea. Para los educadores esta sensibilidad no puede estar ausente de sus proyectos y realizaciones.

1. CRISIS ECOLÓGICA

En muchos países el problema ecológico se ha convertido en la cuestión ética primaria. Esta sensibilidad se debe a las graves consecuencias ocasionadas por el desarrollo industrial al medio ambiente.

Ciertamente, la aplicación indiscriminada de los adelantos científicos y tecnológicos constituye el primer elemento para la reflexión. Por una parte, es evidente que muchos de estos adelantos y descubrimientos han producido grandes beneficios a la humanidad. Pero, por otra parte, se están constatando también gravísimos efectos negativos. El crecimiento industrial, las grandes concentraciones urbanas, el consumo energético, están generando la disminución de la capa de ozono. Residuos industriales, gases, deforestación incontrolada, destrucción de especies animales y vegetales, uso de herbicidas, refrigerantes y propulsores deterioran inevitablemente la atmósfera y el medio ambiente.

Por otra parte, los intereses económicos prevalecen sobre la dignidad y el bien de la persona. En nombre del progreso se manipula y altera gravemente la naturaleza y se provoca, en realidad, un progreso que es desequilibrio, contaminación y destrucción. En el fondo, los desequilibrios ecológicos conculcan el respeto y la calidad de vida humana, y expresan la avidez y egoísmo de los hombres.

Así pues, la crisis ecológica es el signo de uno de los grandes problemas morales actuales. Pero su dimensión ética no termina aquí. Implica también una llamada a la responsabilidad, a la formación de una conciencia ecológica.

2. EDUCAR LA CONCIENCIA ECOLÓGICA

La dimensión ética de la ecología postula la promoción de una conciencia ecológica. Educativamente es preciso favorecerla para que su desarrollo y crecimiento llegue a programas e iniciativas concretos. Hoy son muchos los movimientos y asociaciones que levantan la bandera del ecologismo. Es cierto que, con frecuencia, van unidos a ambigüedades y contradicciones vitales, a corrientes ideológicas o a partidos políticos. Todo esto habla de la necesidad de un discernimiento crítico, pero no de repulsa o rechazo. Porque el ecologismo constituye una alarma radical, un movimiento social, una llamada de atención sobre el futuro del hombre contra el insensato suicidio colectivo. Suscitar y educar esta conciencia ecológica es la orientación de fondo que mueve la propuesta de las pautas éticas y educativas que presentamos (Bennassar. 1986).

2.1. El hombre en la naturaleza

El hombre está íntimamente unido a la naturaleza. Está inmerso en ella. Es solidario con su historia y su destino. El hombre está orientado hacia la naturaleza y está llamado a transformarla. Y transformándola es como él mismo se transforma, crece y progresa. No puede realizarse si no es a través de su acción sobre el universo. Y el resultado de esta actuación y transformación no puede ser más que la humanización de la naturaleza. Porque el hombre actúa como hombre y plasma, entonces, su ser de hombre en las cosas.

Todo esto implica perspectivas educativas importantes. Esta vinculación del hombre a la naturaleza postula, ante todo, su conocimiento. La naturaleza tiene que ser conocida para que pueda ser dominada y para que pueda estar al servicio del desarrollo y del progreso humano. Toda pedagogía del medio ambiente comienza por resaltar la importancia del conocimiento. Se trata de adquirir una comprensión profunda del medio ambiente global, de los problemas que le atañen, del papel que desempeña la responsabilidad humana. El conocimiento pasa por el funcionamiento del medio ambiente, por ser conscientes de los atentados que sufre, por la observación de la naturaleza, por la adquisición de toda una serie de conceptos básicos.

No caben entonces actitudes pasivas. El hombre no puede dejarse engullir ni someter por la naturaleza. La naturaleza no puede escapar al control de la libertad del hombre. El hombre primitivo temía las fuerzas de la naturaleza, estaba sometido a ellas, se sentía impotente ante ellas. Pero en esta relación hombre-naturaleza, la primacía le corresponde al hombre. Es él quien tiene el dominio. Una inversión en esta relación fundamental supondría el fracaso y el absurdo. En esta perspectiva la tarea educativa la vemos orientada principalmente en la comprensión del hombre como ser en el mundo y como ser frente al mundo, destacando las actitudes señaladas de conocimiento y dominio (Giolitto, 1984), haciéndolas compatibles con un profundo respeto.

Efectivamente, si el animal es capaz de utilizar la naturaleza y beneficiarse de lo que ella produce, sólo el hombre es capaz de orientarla, dirigirla y transformarla. Producir, fabricar, transformar es la actividad típica del hombre, pero no a cualquier precio.

Y esta tarea transformadora de la naturaleza el hombre la realiza mediante su trabajo. La creatividad y actividad transformadora de la realidad es obra del trabajo del hombre. En esta línea encuentra el educador las motivaciones para destacar el carácter positivo y creador del trabajo humano. Sucede muchas veces que el hombre se aliena en su trabajo. Y, desde un punto de vista ético, la exigencia de que el trabajo llegue a ser realmente capaz de realizar y personalizar, se nos presenta como un objetivo ineludible.

2.2. Actitudes activas y contemplativas

Ante la naturaleza el hombre suele adoptar algunas de las actitudes siguientes: científica, utilitarista, pasiva, activa y responsable, contemplativa.

La actitud científica consiste en la consideración de la naturaleza como objeto de estudio; es algo que hay que conocer y comprender por medio de las ciencias de la naturaleza. Muchas veces esta actitud no llega a vincular ni comprometer a las personas; se sitúan como fuera de la misma naturaleza.

Cabe también situarse ante la naturaleza con una actitud simplemente utilitarista. La naturaleza nos sirve, podemos aprovecharla y disfrutar todas sus posibilidades. La persona se coloca entonces ante la naturaleza como ante un objeto de consumo. Muchas veces esta actitud llega a la degradación de la naturaleza y a verdaderos atentados contra el medio ambiente.

La actitud pasiva mira a la naturaleza con frialdad, quizá con temor, como el hombre primitivo. No importa su transformación ni el sentido que otros den a esta transformación. También aquí la persona se sitúa fuera, distante.

La actitud activa y responsable es la actitud de quien siente la exigencia de que la naturaleza sirva para el crecimiento y el progreso de los hombres; de quien siente la necesidad de transformarla desde una orientación de respeto y responsabilidad.

Y, finalmente, la actitud contemplativa supone una mirada en profundidad. Sólo así es posible captar y admirar su belleza y su grandeza.

La educación moral tiende siempre a suscitar actitudes. Los pedagogos del medio ambiente insisten en la necesidad de desarrollar entre los jóvenes una responsabilidad ecológica, es decir, en suscitar respecto de la naturaleza actitudes activas y responsables; suscitar el interés y la admiración; sensibilizarlos respecto de la naturaleza y de la vida. Esta actitud de responsabilidad comporta, por ejemplo, aprender a "evitar cualquier destrucción o perturbación inútil, a no derrochar las materias primas por negligencia o irreflexión, a utilizar racionalmente los medios técnicos" (Giolitto, 1984: 142-147).

Se trata, en el fondo, de llegar a ofrecer una verdadera "educación ambiental" que afectaría a todas las acciones humanas en relación con el medio ambiente. Contribuiría a abrir y a orientar a los jóvenes "ante los problemas del mundo moderno, los más importantes para su felicidad y para la vida de las especies". Esta educación cívica tiende, como explica la Conferencia Internacional de Tblissi, al establecimiento de un "nuevo orden internacional", fundado en una "atención constante a las necesidades y aspiraciones de los hombres", en el "respeto a los equilibrios fundamentales", la "búsqueda de un crecimiento ordenado" y la "preocupación por respetar de manera equitativa los beneficios del progreso" (Cfr. L 'éducation relative á l'environnement. Les gran des orientations de la Conférence de Tbilissi, Unesco 1980).

Por otra parte, la tarea educativa ha de tender también a despertar la sensibilidad de los jóvenes y a suscitar la capacidad de contemplar y admirar. Se trata de enseñar a mirar, acoger, observar, respetar, proteger, amar, transformar. Y se trata también de admirar y enseñar a contemplar el valor estético de la naturaleza. El contacto con la naturaleza es profundamente regenerador; y la contemplación de su esplendor da paz y serenidad.

2.3. Ecología, progreso y calidad de vida

La responsabilidad ecológica plantea nuevos problemas morales y educativos. Porque es una realidad que la acción transformadora del hombre sobre la naturaleza se realiza muchas veces desde actitudes utilitaristas y depredadoras que no reparan en medios ni en modos. Y resulta entonces que la acción del hombre amenaza a la naturaleza y al mismo hombre.

En esta amenaza concurren múltiples factores: destrucción, maltrato, deterioro, abuso. Ya indicábamos que es importante ayudar a reflexionar sobre los atentados que sufre la naturaleza y el propio entorno. Pero quizá lo verdaderamente importante es llegar a ver qué significa todo esto. Es decir, lo importante es ver quién es el sujeto artífice y responsable y quién es la víctima; ver que es el hombre quien lleva a cabo todo ello y, al mismo tiempo, que también él es la víctima. Todos los deterioros producidos en la naturaleza lo son por el hombre. Y todos los deterioros se vuelven contra el hombre.

En último término, aunque parezca contradictorio, la destrucción de la naturaleza se debe a la dirección y sentido que el hombre da a su desarrollo y progreso. El problema de la destrucción de la naturaleza es el problema de la destrucción del ambiente, del aniquilamiento de las materias primas, de la explosión demográfica. de la contaminación, de la urbanización, de la industrialización. Pero es, sobre todo, el problema del sentido del progreso humano, de la tecnología y de la calidad de vida.

Contaminación, estragos ecológicos, aniquilación, subdesarrollo de millones de hombres todo esto cuestiona la responsabilidad del hombre ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Por qué se obstina el hombre en destruir? ¿Qué es lo que realmente subyace a todos estos fenómenos? ¿A qué se deben?

Es decir, lo importante es la reflexión sobre las actitudes que alientan la vida humana y que orientan la dirección del progreso y la calidad de la vida.

En la raíz, nos encontramos con una concepción de la vida en clave de producir y consumir. Para muchos, lo importante en la vida es tener más: más cosas, más comodidades, más lujo, más dinero... De esta forma, la vida del hombre adquiere una dirección puramente materialista y el hombre queda irremediablemente condenado a ser esclavo de las cosas. El hombre siente sólo la necesidad de tener más, y para ello necesita producir más. Y no se detiene ni ante la violación ecológica, la contaminación o el deterioro de la atmósfera. La fiebre posesiva y consumista pasa por encima de todo y lo arrasa todo. El mismo desarrollo tecnológico tomará esta dirección.

El consumismo no es más que el fruto maduro del capitalismo individualista. Se busca sólo el propio interés, no el bien de la comunidad, y muchos menos el bien futuro. ¿Qué importa que en el futuro haya o no materias primas suficientes para el consumo? ¿Qué importa el derecho de los demás? ¿Qué importa que los productos que hoy enriquecen amenacen seriamente a muchos hombres? ¿Qué importan incluso la vida de los demás, el hambre de los demás, las condiciones de vida de los demás?

El deterioro del medio ambiente y la destrucción de la naturaleza muestran que el hombre no hace buen uso de la naturaleza. También aquí está en juego la escala de valores. Codicia, deseo de tener, poder, intereses particulares, priman sobre el verdadero desarrollo integral de la persona. No se busca una condición humana, no se buscan los valores y los verdaderos bienes del hombre, de todos los hombres.

Hoy se especula con todo. Desaparecen bosques, zonas verdes, fauna y flora. Surgen ciudades y barrios superpoblados donde hay que soportar condiciones de vida insalubres. Todo ello fruto de la especulación vergonzosa del suelo. ¿Se da cuenta el hombre de los riesgos de estas aglomeraciones humanas? Unas condiciones de vida que favorecen la inseguridad, la neurosis, la violencia, etc.. erosionan la sociedad entera.

En definitiva, la acción del hombre sobre la naturaleza no se puede entender como justificación de estragos, deterioros y atentados que contra ella ha realizado la humanidad. La opción contra la destrucción del medio ambiente es, en último término, la opción por el hombre, por una vida más humana, por una mayor calidad de vida. Y la realización de esta opción constituye uno de los imperativos éticos más importantes.

Porque no importa sólo la posibilidad de una vida en la que estén cubiertas las necesidades básicas, sino una vida de calidad para todos. Y esto implica: mejora del trabajo y de las condiciones laborales, del tiempo libre, humanización de la vida urbana, protección de la naturaleza, adopción de unas condiciones de vida que respondan realmente a la dignidad del hombre, de todos los hombres.

Cuando se habla de calidad de vida, en el fondo se trata de una manera de vivir. En este sentido, entendemos que hay que llegar al reconocimiento y a la convicción de que no nos podemos permitir el lujo de vivir por encima de nuestras posibilidades. El sistema educativo tiene que enseñar y propagar el principio fundamental que tiene que regir las actividades humanas: hay que fomentar las mejoras compatibles con el uso racional de los recursos y, a la luz de este criterio, hay que revisar también el estilo de vida.

De hecho existen grupos humanos de sociedades prósperas en los que el deseo de una vida sencilla en la que simplemente quedan cubiertas las necesidades básicas de la familia o la comunidad, sin romper el equilibrio necesario, orienta realmente toda la vida. Es un nuevo estilo de vida en el que la prosperidad no se cuantifica por el aumento del nivel del tener y del consumo, sino por la sencillez, el servicio, el compartir. La calidad se cifra en un tiempo y un espacio humanos más espontáneos, libres y fraternales.

Desde esta actitud básica, ya no se busca el consumismo que multiplica la posesión de objetos, que se desestiman y desprecian rápidamente y que han de ser sustituidos, multiplicando el despilfarro de materias primas y de energía. Se busca y se valora más el ser que el tener. Y esto no significa ir a una nueva miseria o bajar de un nivel de vida que permita el desarrollo humano.

La calidad de vida pasa de la apetencia de posesión de infinitos objetos al deseo de ser plenamente en las dimensiones profundamente realizadoras de la persona: la educación de la conciencia crítica, la sensibilidad estética y la afectividad madura, que es capaz de darse, de compartir gozo y dolor y de comprometerse activa y solidariamente.

Este estilo de calidad de vida exige alternativas económicas, tecnológicas y energéticas. Y exige, sobre todo, un nuevo talante moral.

2.4. La naturaleza como ambiente educativo

Desde esta perspectiva, la naturaleza puede contemplarse también como un ámbito educativo capaz de devolver a la persona la capacidad de un encuentro consigo misma.

Frente al estrés y la agresividad que crea el entorno urbano, la educación en y por la naturaleza acerca al hombre a lo gratuito y espontáneo. La naturaleza hace posible un encuentro curativo de muchas deficiencias urbanas: vida sencilla y elemental, relajación nerviosa, silencio profundo, armonía y belleza, diálogo espontáneo. Todo esto convierte a la naturaleza en un lugar privilegiado para la educación integral de la persona y en una de las grandes posibilidades que se abren a los hombres en la vida actual.

Las ciudades con sus grandes aglomeraciones humanas han levantado un grueso muro entre nosotros y lo que profundamente somos: naturaleza. Pero este muro no ha podido borrar nuestra realidad, ni ha impedido que sintamos en lo interior el deseo de una armonía más profunda con nosotros mismos, con los demás y con las cosas.

3. LA ALTERNATIVA ECOLOGISTA

Los ecologistas no pretenden elaborar una teoría nueva global y perfecta según la cual deba entenderse una sociedad alternativa. Piensan que la hora de las grandes teorías hace tiempo que pasó. Que los proyectos de vida y de sociedad atados y perfectos en los que todo está previsto y explicado racionalmente son aterradores porque, independientemente del resultado que hayan alcanzado en experiencias pasadas no contemplan, sino más bien anulan, la base de la creatividad y de la imaginación como motor del desarrollo social. Anulan la diversidad, la diferenciación, el derecho a ser diferente. Reivindican la heterogeneidad, base de la complejidad y, por tanto, de la supervivencia, de todo ecosistema.

Frente a la creciente y necesaria, para los sistemas desarrollistas, homogeneización de la sociedad y, por medio de ella, la anulación de las diferencias en función del "necesario" crecimiento cuantitativo, del cuanto más mejor, los ecologistas propugnan el "cuanto mejor, mejor".

Reivindican la calidad frente a la cantidad. No quieren más energía, ni más coches ni más televisores. quieren. simplemente, y por simple quizás olvidado, vivir mejor. Es en este matiz cualitativo donde reside una de las claves del pensamiento ecologista. Mejor no significa más caro, ni más sofisticado, ni más "distinto", mejor significa que sea capaz de satisfacer verdaderamente unas necesidades individual y colectivamente determinadas, no inducidas o simplemente impuestas.

El extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas a partir de la revolución industrial y posterior revolución científico-técnica, ha convertido el planeta en un auténtico bazar repleto de utensilios innecesarios para la población y, a su vez, ha necesitado desarrollar unos gigantescos y costosísimos sistemas de propaganda para conseguir crear falsas necesidades.

4. CRÍTICA DEL DESARROLLO BASADO EN EL CRECIMIENTO CUANTITATIVO DE LA PRODUCCIÓN

El Movimiento Ecologista se opone al tipo de "desarrollo" económico que genera la sociedad de consumo. La crítica a este "desarrollo" basado en el crecimiento cuantitativo de la producción (podríamos decir con más propiedad, destrucción) se fundamenta de una forma muy esquemática en los siguientes puntos:

1) El carácter limitado del planeta y el agotamiento, en un plazo más o menos largo, de los recursos no renovables.
2) El carácter explotador y el mantenimiento de unas relaciones de dominio de unos países sobre otros y de unos sectores económicos sobre otros. Es decir, el carácter totalmente desigualitario del sistema que mantiene este tipo de desarrollo.
3) La perpetuación del subdesarrollo, que no es más que la otra cara inseparable del desarrollo. Entre otras cosas es imposible que se llegue, a nivel mundial, a unos consumos estándares equivalentes a los de los países llamados "desarrollados".
4) La falacia de un sistema que propone un modelo a seguir que no es viable ni extensible a nivel mundial.
5) Lo demencial que sería el resultado de la extensión mundial del modelo, que llevaría una destrucción de recursos y a una degradación físicamente insoportable.
6) El carácter ideológico y la mitificación del "progreso", "consumo" y "nivel de vida" que llevan (vía manipulación) a la integración en el sistema de una forma acrítica y a la persecución de unos objetivos colectivamente inalcanzables.
7) Así, mientras se dedican cada vez mayores recursos humanos y naturales a que una serie de países aumenten o mantengan PNB ya elevados, a base de fabricar superfluos instrumentos de consumo e infernales instrumentos bélicos, la mayor parte de la población mundial pasa hambre y países como el nuestro se permiten el lujo de abandonar el sector agrario.

5. DEL NIVEL DE VIDA A LA CALIDAD DE VIDA

Si por nivel de vida entendemos el grado de participación en el conjunto de bienes materiales, por calidad de vida queremos significar todos aquellos elementos, estados y situaciones de los individuos, que son determinados psicológicamente o, lo que es lo mismo, la satisfacción de las necesidades emocionales y sociales. Calidad de vida -a la que sólo se tiene acceso una vez superado un mínimo de condiciones de vida que satisfagan colmadamente las necesidades primarias- es, por ejemplo, tener ciudades habitables, poder disfrutar de un paisaje, tener una vida de relación, gozar de tiempo libre, capacidad de actividades creativas, no encontrar un medio ambiente enrarecido, etc.

En general, se puede decir que en las áreas de opulencia, el nivel de vida ha aumentado, pero la calidad de vida va en disminución.
Queda claro que la alternativa, posible y necesaria, es aquella que consigue satisfacer las necesidades primarias y que, a partir de ahí, debe dar mayor prioridad a la calidad de vida, o adoptar la opción político-social y económica que impida que la calidad de vida se degrade.

Uno de los grandes retos de nuestro inmediato futuro es el de conseguir el desarrollo, pero entendido no sólo en el aspecto material -de ese modo sólo podremos hablar de crecimiento económico o modernización, pero no de auténtico desarrollo- sino también teniendo en cuenta las necesidades emocionales y sociales. Una alternativa que mantenga y procure los medios para elevar la calidad de vida en todos sus aspectos. Todo lo cual será imposible sin actitudes de austeridad que desemboquen en una solidaridad universal.

6. ¿QUÉ PODEMOS HACER?

Es preciso que abramos los ojos y conozcamos, valoremos y cuidemos el medio ambiente y la calidad de vida (Conill y otros, 1996:128):

¿Y si todos actuáramos así... ?

l. Piensa que la calidad de vida no consiste sólo en consumir cuanto más mejor.
2. Colabora con el reciclaje (presiona para que tu Ayuntamiento también lo haga). Evita bolsas y botellas de plástico y reutiliza las bolsas de papel y los envases de vidrio. Recuerda: no arrojes basura al suelo (tampoco desde la ventanilla de tu vehículo).
3. Compra sabiamente. Todo lo que hacemos, hasta cuando vamos de compras, está relacionado con el resto del mundo. Eligiendo sabiamente, los consumidores tenemos el inmenso poder de hacer que los fabricantes ofrezcan productos menos nocivos para el medio ambiente.
4. Ahorra energía. Usa bombillas y electrodomésticos de bajo consumo.
5. Participa en las campañas de repoblación de árboles y contacta con alguna asociación ecologista.
6. No dejes caer el agua del grifo inútilmente. Por supuesto, mejor la ducha que el baño.
7. Reivindica las energías alternativas (solar, eólica, hidráulica, etc.)
8. Utiliza papel reciclado y escribe por las dos caras.
9. Usa los transportes públicos. Mejor en bici y, si la distancia es corta, a pie.
10. Convence dando ejemplo... Informa y conciencia a tu familia y amistades. Nuestra existencia sólo podrá desarrollarse en plenitud cuando reconozcamos, comprendamos y respetemos el mundo natural que nos rodea. Pues quien respeta el mundo, lo valora y lo ama, respetará también a los seres humanos.

Gil, Ramón.
Valores humanos y desarrollo personal.
Tutorías de educación secundaria y escuelas de padres.

Ed. Escuela Española, Madrid, 1998, pp.284

Tópicos para la reflexión

  • Explica las tres actitudes frente a la naturaleza que te parezcan más relevantes, señala en cada caso su posible origen y sus consecuencias.
  • ¿Por qué la responsabilidad ecológica plantea nuevos problemas morales y educativos?
  • ¿En qué sentido las ideas de desarrollo y progreso pueden ir en demérito de la calidad de vida?
  • ¿Cómo se relacionan la conciencia crítica, la sensibilidad estética y la afectividad con una actitud ecológica?
  • Explica por qué según la lectura los ecologistas reivindican la heterogeneidad, la complejidad y la diversidad.
  • Explica el impacto que a nivel ecológico representa la diferencia entre nivel de vida y calidad de vida.

Bibliografía

Castro, Ma. Luisa. "Identidad ecológica" en Alteridades. Año 1, núm. 2, 1991, pp.74-85

Cisneros, Isidro. Los recorridos de la tolerancia. Ed. Océano, México, 2000, 229 pp.

Feixa Pampols, Carles. "De las culturas juveniles al estilo" en Nueva Antropología. Revista de Ciencias
Sociales Vol. XV, núm. 50, México, Octubre, 1996, pp. 71-89

Giddens, Anthony, "Las lecciones globales" en Nexos, México, Noviembre, 2001

Gil, Ramón. Valores humanos y desarrollo personal. Tutorías de educación secundaria y escuelas de
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Sartori, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. Ed. Taurus, México, 1998 [1997], 159 pp.

Touraine, A. ¿Podremos vivir juntos? Ed. F.C.E. México, 1997, 335 pp.