Identidad Ecológica
UNIDAD 4-Lectura 7
Identidad Ecológica
Castro, Ma. Luisa.
"Identidad ecológica" en Alteridades.
Año 1, núm. 2, 1991, pp.74-85.
"Identidad ecológica" en Alteridades.
Año 1, núm. 2, 1991, pp.74-85.
La ecología, o el estudio de las interrelaciones del hombre con su
medio orgánico e inorgánico, comprende también la complejidad de las relaciones
humanas en cuanto a formas de vida fomentadoras del hombre y la armonía o, por
el contrario, de agresión o desorden.
El término ecología proviene de la raíz griega oikos que significa
casa, hogar. El problema de la identidad ecológica plantea que en nuestro mundo
contemporáneo el sujeto ha perdido la experiencia de saber al universo como su
casal donde todo va bien. Por el contrario, es común experimentar la ausencia
de pertenecer a un todo vivo, sabio y organizado, que nos hace temer a la
naturaleza y vivirla como capaz de destruirnos con sus manifestaciones
agresivas e incontrolables: terremotos, desastres y contaminación. Es cierto
que el acelerado proceso de industrialización ha generado una relación con la
naturaleza sustentada en el exterminio y dominación de recursos, pero esta
denuncia es insuficiente para plantear el problema de la conciencia-identidad
ecológica como una responsabilidad que recae exclusivamente sobre aquellos que
detentan el poder, por su incapacidad para detener las consecuencias nefastas
al romperse el orden de sustancias de los organismos en el planeta.
El problema es más serio y nos compete a todos. Asisitimos a una
generalizada ausencia de experiencias que permiten entender y atender nuestra
pertenencia a un todo, y comprender que nuestra inteligencia está hecha
precisamente para producir mayores niveles de integración e interdependencia en
esa totalidad cósmica cuya conciencia somos nosotros mismos.
La batalla de los movimientos ecológicos en contra del exterminio
y a favor de la salud en todos los aspectos: físico, biológico, sicológico,
social, político, económico; se han limitado a insistir sobre el estado de
emergencia en que vive la humanidad y a la búsqueda de protección del ambiente.
Si bien lo anterior abre caminos de conciencia ecológica, no inicia la
conformación de una identidad ecológica. En ello radica que la comunicación de
los problemas sea bajo formas y actitudes morales y catastróficas. Se propone
argumentos sobre la necesidad de pautas de equilibrio a partir del fenómeno del
miedo y la culpa.
La identidad ecológica- además de una claridad sobre los peligros
de violentar vidas, energéticos, producir contaminación en los sistemas
acuáticos, terrestres o del aire-, surgen del reconocimiento individual o
colectivo de que cada acción particular repercute en la totalidad del ecosistema
que es la tierra, y que el término oikos es acertado para expresar la
existencia de una sabiduría intrínseca dicha totalidad, que es importante saber
escuchar.
Puede decirse que la conciencia de la identidad ecológica parte de
la certeza de pertenecer a un todo orgánico, por lo que nuestra acciones tienen
que regirse bajo el principio de no obstaculizar el libre curso de las fuerzas
y energías presentes en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea.
La gestación de una identidad con un todo obliga al replanteamiento
sobre la perspectiva dualista y fragmentadora con que el mundo occidental
enfoca la realidad. La separación tajante entre el mundo material y el
espiritual, el individuo concebido como irreconciliable con la sociedad, la
división entre los proyecto propio y colectivo: todos, esquemas que
obstaculizan una percepción unitaria de la realidad. Pueden mencionarse dos
orígenes de ruptura con las vivencias de unidad:
. crisis de experiencia cotidianas.
. crisis epistemológicas del mecanismo reduccionista que ha
ahondado la brecha que separa estratos de la realidad.
Respecto a la crisis cotidiana, estamos expuestos día con día a
relaciones fragmentadas en la familia, en la educación, en el privilegio de la
razón analítica.
En las formas de interrelación social que, en la búsqueda de
poder, acrecienta procesos de institucionalización que fragmentan y
homogenizan: se institucionaliza el saber, el amor, la creatividad, la
producción. Medir y comparar son la brújula de las interrelaciones personales
que nos alejan de experiencias de plenitud y de compromiso con nosotros mismos,
con los seres humanos y con el universo en general.
Respecto a la crisis epistemológica, la ruptura más importante ha
sido la separación entre cuerpo y espíritu que Descartes propuso una paradigma
encaminando hacia la simplificación de la realidad a fines de acrecentar el
eficientismo.
El poder, el centralismo en las medidas sociales, la
burocratización en acciones, la situación del juego, y el gozo por el deber y
el logro de las metas, la jerarquización como instrumento para mantener
distancias: de un padre con su hijo, entre alumno y maestro, jefe y
subordinado; todo esto es consecuencia de relaciones fragmentarias en una
realidad de comportamientos cada vez más estrechos y limitados.
Desperdicio energético.
Una primera aproximación a la identidad ecológica significa
definirla en términos de intimidad consigo mismo, con los que nos rodean y con
la naturaleza. La intimidad se refiere a nuestra zona experimental en la que
experimentamos al otro en uno mismo. Es una experiencia profunda donde se
rompen límites y fronteras entre el Yo y el Tú, y es decir ahí que se comprende
el flujo moroso de todo lo que existe. Es una experiencia de confianza básica
que nos mueve al respecto y a la veneración, a la felicidad ocasionada por el
privilegio de estar vivos.
Intimidad es fuerza y necesidad irresistible de comunicación y de
crear, que se interrumpe cuando perdemos la certeza de pertenecer a esa
realidad plena, y que fomenta la presencia de sentimientos como el dolor, el
miedo, el resentimiento o el temor a la pérdida. Un insulto en la calle,
discrepancia en el trabajo, el berrinche de un hijo que ante una frustración
dice: "ya no te quiero". Los reclamos de un esposo insatisfecho que
desea más de su conyuge. Los resentimientos de una mujer que esperaba
"otra cosa" de su matrimonio. ¿Qué pasa con todo esto? Ojos
inyectados de rabia, cuerpo rígido por espasmos en el estómago, rasgos de la
cara endurecidos y miradas que "echan lumbre". Mareo, calentamiento
de la cabeza, resequedad de la boca, manos crispadas y un dolor que acrecienta
la sensación de vacío. Indignación, cólera, experiencia profunda de no ser
querido, valorado, amado.
Es posible que experimentemos estas vivencias cotidianamente o con
cierta frecuencia. Golpes a ego que detonan casi siempre con acciones
intrascendentes, y que producen frustración intensa y sensación de impotencia
por el incumplimiento de expectativas. Todo esto nos lleva a tomar conciencia
de que nuestra identidad peligra y que lo que consideramos como "nuestra
identidad" se desmorona.
Por el contrario, un abrazo, algunas palabras de comprensión a
tiempo, una sonrisa, una caricia o una carcajada son una fuerza poderosísima
para reintegrarnos en nuestra identidad.
Siegel85, médico
especializado en oncología, nos refiere que los sentimientos de pérdida y
represión son los antecedentes de la enfermedad, que no es otra cosa que la
expresión de una pérdida de armonía del sujeto consigo mismo. La enfermedad es
un síntoma que condensa el sentimiento de no ser dignamente querido, de no ser
incondicionalmente amados.
Estamos sujetos a la pérdida de nosotros mismos desde que
aplicamos energía para mantener una idea que previamente fabricamos sobre lo
que somos y con la cual nos identificamos plenamente. Es decir, que la
experiencia de una identidad integrada es una experiencia fugaz ya que el
sentimiento de minusvalía por la desaprobación es algo que padecemos ya en
forma temprana y que necesariamente nos lleva a la fragmentación de la
identidad. No somos un Yo sino múltiples Yos: el colérico, el envidioso, el que
ama, el que odia, el resentido, el grandioso:
. No obtendré dinero pero mi honradez es a prueba de fuego.
. Dices que he fallado pero te he dado todo lo que he podido.
. No me quieres porque no me consideras suficiente.
La identidad es un proceso que desgraciadamente, no se aprende a
través de la vivencia de las acciones sino a través de que otros las nombre y
las califique: eres malo, torpe, insoportable. Eres amable, querible,
inteligente, hermoso; eres valioso porque te pareces a mí.
Desde que surgen en nuestros primeros atisbos de conciencia del
propio Yo, construimos una serie de mitos personales sobre nuestro origen o
sobre quienes somos: "gracias a mí mis padres se mantuvieron como
pareja", "soy la oveja negra de la familia", "soy su
solecito". El problema de estas definiciones- mitos que establecemos de
nuestro propio Yo, es que nos identificamos con ellos. En este sentido,
Ouspensky86 dice que
la identificación con estos múltiples Yos es el principal obstáculo para la
recuperación de uno mismo. Identificarnos con ese insulto, con esa experiencia
de minusvalía, con la frase "ya no te quiero", con la insatisfacción,
con la frustración, con ser el "solecito hermoso", es un proceso que
capta toda nuestra atención y energía para mantener y defender ante nosotros
mismo y ante los demás, un autoconcepto dignificante. Una idea de el Yo que
finalmente resulta frágil para resistir aún el mismo embate.
85Siegel,
Paz, amor y salud, Edivisión.
86Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida, Ed. Hachette.
86Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida, Ed. Hachette.
Reconstruir constantemente el concepto de "uno mismo",
mantener la autoimagen de coherencia, lucidez, valía, etc. es un camino no sólo
muy doloroso, sino también costoso al impedirnos producir, crear, amar. El
obstáculo es tener que sostener como inmóviles nuestros gustos, nuestras ideas,
nuestros afectos, nuestros valores.
Preservar la imagen que hemos creado de nosotros mismos es un
proceso que suprime nuestra capacidad de intimidad, además de que constituye un
proceso de inmolación, al ofrecer nuestras acciones a todos aquellos personajes
de nuestro mundo interno, quienes nos definen de acuerdo con sus expectativas.
Se espera siempre algo de los otros, y nos obligamos a apegarnos al logro de
nuestras acciones.
La identidad es un ser en movimiento, es el movimiento del Ser. Es
moverse para ser y ser para moverse. Este proceso es el de la construcción de
nuestra identidad que pierde su valía de continuo movimiento y de aprendizaje
en el momento de que esta construcción se reduce a reparar a ese Yo dañado por
el deseo del "otro". Conectarnos con este deseo mantiene como
inacabable la sensación de insatisfacción y de vacío.
Con esta sujeción al dolor, podemos aceptar y entender
racionalmente la identidad ecológica como una experiencia de movimiento y de
involucramiento con la naturaleza, y de vivencia de ser participes con un todo
armónico. Sin embargo, la sujeción escrita nos aleja de ésta experiencia porque
nuestra energía y nuestra percepción se encuentran dirigidas casi en su
totalidad al mantenimiento del propio Yo.
Cuando la identidad con el mundo circundante es desde un Yo
enfrentado a las dualidades Yo-Tú, sujeto-objeto, hombre-naturaleza,
individuo-sociedad, la identidad con el otro se experimentará como todo lo que
se parezca a mí que soy el centro. Sin embargo, en las ocasiones que nos
permitimos abrir nuestros canales de comunicación y contacto, sabemos de la
falsedad de las dualidades encontradas. O mejor dicho, que son ciertas en un
nivel de percepción, pero falsas en una percepción más amplia, en la cual
reconocemos, que las diferencias que enfrentamos no son los otros de uno mismo
sino una diversidad de manifestación de lo mismo. La dualidad no es así un
hecho original sino una manera de ver, es un juicio que hacemos de la
diversidad, donde se considera al propio Yo como eje de observación. Esto
imposibilita comprender la totalidad, aunque esta se encuentre en nosotros
mismos.
Como sujetos pertenecientes al siglo XX, creemos que es con la
experiencia del propio Yo que surgen de lo que llamamos "las principales
tomas de conciencia" y que es desde este Yo diferenciando del Tú que
comienza los movimientos de apropiación de una identidad. Para Morris Berman87 el concepto del Yo, tal como nos hemos acostrumbrado a
utilizarlo, es un concepto que aparece apenas en el siglo XVI, momento en que
surgen los comienzos de un individualismo y una sobrevaloración de las
capacidades de descubrimiento y de conquista del hombre.
El egocentrismo no es sólo una actitud sicológica, fruto de las
condiciones económicas, históricas, culturales, que han favorecido la
sobrevaloración del potencial de las capacidades racionales del ser humano.. Es
necesario incluir y reflexionar sobre las raíces epistemológicas de la
exacerbación del individualismo, en contraposición con su entorno. Podría
decirse que a partir del siglo XVI, en nuestra cultura occidental se dio un
desfasamiento entre conocimientos adquiridos, con las capacidades emocionales internas
del hombre para manejarlos. La tecnología permitió la entrada y exploración del
maravilloso mundo del macro y microcosmos. Fueron experiencias emocionantes,
difíciles de asimilar. La consecuencia fue privilegiar el Yo no como una manera
de ser sino de percibir. El Yo como ángulo básico de comparación y comprensión
reduccionista, condujo -entre otras cosas- a un problema de manejo de
distancias.
La existencia de lo macro y la micro, a la vez que amplió
horizontes, produjo desconcierto sobre el lugar del hombre en el cosmos.
En la vida cotidiana, cuando la distancia con que observamos un
fenómeno es muy reducida, nos perdemos y es muy frecuente que no podamos ver
otra cosa que lo que queremos, tenemos o creemos ver. La observación es una
repetición, un eterno retorno de lo siempre igual: nuestro mundo interno.
Cuando ponemos mayor distancia podemos percibir algo más que nuestros deseos o
temores. Se afina y clarifica la observación y el fenómeno empieza a adquirir
sus rasgos particulares, a la vez que se "miran" mejor las
circunstancias del conjunto y el lugar que el sujeto ocupa en ese todo.
En el mismo sentido hay observaciones cuya gran distancia no
permite "ver". El resultado es confusión, difusión, oscuridad,
indiferenciación.
Esto que nos sucede en la vida cotidiana, también ocurre en el
ámbito de la ciencia. Fritjof Capra88
en su libro El punto crucial hace una reflexión sobre este encapsulamiento
cultural alrededor del ego. Nos propone que la crisis actual, antes que un
problema de interpretación y de valoración del hombre circundante, es una
crisis de percepción.
Percibir desde el predominio del Yo, también ha conducido a un
desarrollo tecnológico que, en su búsqueda de claridad, ha tomado rumbos de
alejamiento y de distancia con la totalidad integral de los eventos. Se ha
perdido la visión interrelacionada entre: fenómenos, acciones y eventos que son
una complejidad interactuante. Una totalidad que tiene referenciales de espacio
y tiempo con ritmos muy distintos con los que una tecnología reduccionista se
enfrenta a la realidad.
Esta falta de sincronía entre los tiempos, espacios y distancias
naturales con los tiempos, espacio y distancias que la civilización actual
impone, puede ejemplificarse con los avances de sistemas de transportación que
nos permiten recorrer distancias grandes en tiempos cortos. Ello facilita la
movilización, pero no así la asunción y asimilación de lo que significa un
cambio especial. La velocidad de los cambios no concuerda con los tiempos
internos necesarios para que el hombre no pierda su experiencia de pertenecer a
una totalidad.
El confort y la comodidad son algunos de los regalos que nos ha
brindado la tecnología, pero con ello también heredamos la exaltación del
beneficio propio y de la autoafirmación.
Capra nos dice que vivimos en una cultura que nos enseña a
percibir la realidad desde la óptica de la autoafirmación del Yo y no de la
cooperación. Menciona que la autoafirmación y la cooperación son dos principios
implícitos en todo cambio y que ambos interactúan en la evolución de los
organismos vivos. Sin embargo, privilegiar la actualización de la dinámica
autoafirmativa condena a un desequilibrio energético que conduce a formas de
vida basadas en la competencia y la ley del más fuerte.
La autoafirmación como principio rector en las interacciones
humanos ha sido una opción individual y grupal que nos ha llevado a romper los
lazos de implicación que tenemos con nuestra memoria colectiva. Con el
predominio del Yo, el colectivo como realidad ha pasado a ser un concepto vigente
en nuestras relaciones. Sheldrake89 propone
la existencia de lo que llama "campo mórfico" o memoria colectiva de
los sistemas vivos que están presentes en el comportamiento de todo el sistema.
Este campo mórfico es una unidad que permite la expresión de las
características individuales; en ella la totalidad es una realidad presente en
cada individualidad. Ejemplifica colonias de hongos que se comparten con sus
características individuales, pero que, cuando el sistema en su conjunto se ve
amenazado, se comporta como un todo. Esto es un ejemplo de la conciencia de los
principios de autoafirmación y cooperación.
Cuando la autoafirmación tiene un predominio exagerado, la
experiencia que el individuo tiene sobre su propia identidad es la de una
estructura rígida cada vez más inflexible. Las relaciones interpersonales,
nuestras capacidades amorosas, el dar y el recibir la entrega en nuestras
acciones, etc., se van agotando cada vez más. La ausencia de calidad en las
relaciones lleva a un lento pero creciente trastocamiento del encuentro con el
otro, en un reconocimiento solipsista con el propio ego. Es al "otro"
a quien se impone la función de ser un espejo fiel a los propios deseos, donde
no tiene cabida la diferenciación por ser el universo de la repetición del
"uno mismo".
Tenemos una noción parcial y muy limitada de la estructura. La
identificamos como nuestra experiencia especial de la misma: es lo más sólido
de una construcción. Lo estático, lo inamovible, la columna vertebral sobre la
cual se construye algo. Esta visión de estructura resulta desafortunadamente
para explicar lo que realmente sucede en nosotros y la naturaleza.
Lo que acontece en todo proceso de transformación es que la
flexibilidad es la característica clave para expresar los cambios mutativos y
de crecimiento en los organismos vivos. El grado de flexibilidad se detiene de
acuerdo con las posibilidades de cooperación entre los miembros de un sistema y
de los diversos sistemas entre sí. En contraposición, esa autoafirmación
conduce a un incremento del espíritu competitivo que no deja avanzar al sistema
en su conjunto, y cuya finalidad es la jerarquización del poder. Competir para
no compartir. Compararse para no cooperar.
Resulta claro que la autoafirmación es parte de todo proceso
productivo. Es una definición de nuestras opciones de dirigir in campo
energético hacia la cristalización de algo predeterminado por lo que se ha
optado frente a diversas alternativas. Sin embargo, la autoafirmación no puede
ser un proceso independiente, se encuentra interrelacionada con otro proceso
igualmente fecundo, que es el de la cooperación.
La perspectiva de ser un Yo en medio de muchos Tú no nos permite
conocer el tipo de nacimiento y muerte como un proceso en movimiento donde
interactúen, las muertes, como aniquilación y como parte de un proceso global
en continua renovación. Esto es un poco comprensible cuando no se puede poner
una distancia frente a las experiencias de pérdida que estamos viviendo, o
cuando no podemos concentrarnos en la totalidad de esa experiencia o
preocuparnos con un pasado que no olvidamos o un futuro que nos obstaculiza la
visión del presente.
El repliegue hacia el interior es una practica generalmente
ausente en nuestra disciplina diaria. Existe una saturación de las demandas más
inmediatas, que nos impide tener lucidez para comprender que lo que en ese
momento vivimos no es un evento azaroso o en discontinuidad con nuestro ser,
sino que forma parte del proceso de aprender a romper con el dolor y con el
miedo.
La autoafirmación no es limitada por lo que afirma sino por lo que
empeña en negar: que somos seres independientes y que nuestras acciones
repercutan en la totalidad de esa matriz energética que somos nosotros mismos.
Esta "ceguera" de perspectiva integral impide experimentar la
identidad ecológica como una vivencia cierta de vivir nuestro cuerpo, nuestro
medio y todo lo que nos rodea en su carácter de sagrado.
Es frecuente que se entienda "vivir lo sagrado" como una
actitud muy personal que el individuo toma en beneficio de sí mismo. Si bien
esto es cierto, vemos que lo sagrado no es posible reducirlo a una elección con
beneficios sólo individuales, sino que su ausencia es uno de los síntomas más
importantes de nuestra crisis de identidad ecológica en el paulatino proceso de
desacralización que se ha efectuado en la cultura occidental.
Spangler90
considera que la crisis contemporánea es una crisis de desacralización
originada por la fragmentación que las visiones parciales de la realidad han
ocasionado.
La desacralización no comienza en el siglo XVI pero sí adquiere en
esos momentos el carácter de definición de toda una cultura que optó por: la
secularización de la conciencia, el privilegio del sujeto en el acto del
conocimiento, y contemplación de la naturaleza.
La desacralización inicia con la ruptura de la visión unificadora
del conocimiento. En la antigua Grecia, religión, filosofía, ciencia,
matemáticas, música, medicina, cuerpo, mente, forman una unidad, expresa una
síntesis. Para Koestler91,
Pitágoras fue el último intento griego por mantener el espíritu de unidad en el
conocimiento. La búsqueda de la sabiduría era el descubrimiento de las
proporciones en la realidad y no el establecimiento de territorios de
conocimiento fragmentarios e independientes. La clave de la realidad es la
proporción en la cual se incorpora al espíritu como una característica de la
realidad, sinónimo de la existencia de un equilibrio y un orden en el universo.
Para Pitágoras, las matemáticas son una expresión simbólica de la presencia del
espíritu en el mundo, y el conocimiento un medio para comprender y fusionarse
con esta totalidad plana e interactuante.
87Morris
Berman, El reencantamiento del mundo, Cuatro Vientos.
88Fritjof Capra, El punto crucial, Imagen.
89Rupert Sheldrake, Una nueva conciencia de la vida, Kairós.
90Spangler, Emergencia, Sepan más.
91Koestler, Los sonámbulos, FCE.
88Fritjof Capra, El punto crucial, Imagen.
89Rupert Sheldrake, Una nueva conciencia de la vida, Kairós.
90Spangler, Emergencia, Sepan más.
91Koestler, Los sonámbulos, FCE.
En Grecia no sólo ocurre esta propuesta integradora, sino que
también se dan las primeras encisiones o desacralizaciones. El divorcio entre
fe y razón, naturalismo y espiritualismo, materia y razón, representan el
surgimiento de las dualidades insuperables. Es en este ámbito donde el
descubrimiento deja de ser una propuesta de orden para transformarse en una
apropiación objetiva de la realidad. De este modo, la intuición primigenia del
ser humano acerca de la interrelación del todo se ve empañada por una
conciencia que insiste en escindir, separar y romper con la unidad original.
A pesar de que el dualismo es un enfoque que caracteriza a la
cultura occidental, cuya definición se acuña en la Grecia de Platón y
Aristóteles, no se pueden olvidar las propuestas integracionistas. Tampoco se
puede prescindir de San Agustín, quien considera la fe no como una creencia
irracional, sino como la asunción de un camino para obtener claridad. Sus
consignas son apasionadas y apasionantes: creer para comprender y comprender
para creer. Buscar la verdad que no sólo satisface la mente, sino que colma el
corazón. En San Agustín la búsqueda de la verdad no es un método sino algo
mucho más complejo y maravilloso, es un itinerario espiritual. Lo espiritual es
un sexto sentido, es una brújula, una experiencia íntima, un tesoro vital, una
creencia amante activa, apasionada y explosiva que impele a postular valores.
Es esta pasión la que permite que brote la luz de la inteligencia. Es esa luz
la que dota de inteligibilidad a las cosas. Es esta la luz interior la que nos
conecta con las certezas y con la experiencia evidente de que pertenecemos a un
todo armónico y perfecto.
Hablar de la relación del sujeto en términos de luz y resplandor
se acerca a lo que podría entenderse como identidad ecológica proveniente no de
una argumentación racional, sino de una experiencia interna profunda de
luminosidad. Huxley92 se
refiere a las experiencias visionarias en términos de iluminación. Se pregunta:
¿Por qué son preciosas las piedras preciosas? Le parece extraño que tan enorme
cantidad de energía haya sido empleada en la colección de piedras preciosas. Su
respuesta es de lo más sugerente. Invita a pensar que las piedras preciosas lo
son porque hacen recordar de alguna manera algo que ya existe en nuestra mente.
Algo que a veces puede ser observado momentáneamente de manera consciente y de
lo cual todos somos, de una manera oscura, conscientes a nivel inconsciente. El
arte de cortar diamantes consiste en hacerlos tan brillantes como sea posible.
Hacer que desde dentro muestren la mayor cantidad de fuego. Todas las piedras
preciosas son fuego cristalizado.
Para William Blake los niños tienen la capacidad de vivir en una
especie de mundo de visiones. Ellos ven tanto fuera como dentro de este mundo
luminoso transfigurado. Por el sistema de educación analítica y conceptual los
niños pierden la capacidad de ver este otro mundo. Mientras se les enseña a
utilizar palabras y conceptos se arrasa este otro mundo de belleza y realidad
superior.
Estas perspectivas que enfocan la importancia de una razón
apasionada , de una razón dignificada por la búsqueda amorosa de integración,
de una razón que parte no del caos, sino de la certidumbre del orden, nos
obligan a redefinir la respuesta sobre ¿qué es la identidad ecológica? De un
modo esperanzador.
Sabiduría integral.
La propuesta de una sabiduría integral en el hombre y la
naturaleza debe ser un punto de partida tanto para el orden ontológico como
para el epistemológico.
En el terreno de lo ontológico, son los hombres de ciencia,
admirados y comprometidos con su objeto de estudio, quienes constatan que el
caos es una expresión necesaria en el devenir de las cosas, por lo que el orden
no puede definirse como ausencia total de desarmonía, sino como un movimiento
energético en el que conviven y coexisten los contrarios.
En ellos, admitir un orden en la naturaleza no es producto de una
lógica racional, sino de una intuición que ilumina el ejercicio de una
actividad, para poner en palabras lo que previamente se intuyó. La frase de
Einstein "Dios no juega con los dados" ejemplifica una certeza de
orden en el cosmos, que le permitió una base clara e inamovible para que su
talento genial incursionara en los peligrosos terrenos de la relatividad, sin
dogmas, sin miedos, sin apego a las estructuras monolíticas del saber.
Estas intuiciones también están presentes en algunos de aquellos
que dedican su vida a acompañar la enfermedad, las pérdidas, el dolor y la
desesperación. Cuando encontramos una persona que como terapeuta posee una
sensibilidad fina y delicada, hemos localizado a quien permitirá el
redescubrimiento de nuestro curador interno y el reconocimiento de nuestra
propia sabiduría, que nos guiará para ser los verdaderos terapeutas de nuestra
salud. Sin embargo, necesitamos del médico, del consejero, del amigo, para
acercarnos a la sabiduría interior.
Es frecuente que se olvide el origen de la palabra terapia: su
raíz viene del griego therapeia , que significa hacer el trabajo de Dios.
Cuando se considera terapeuta al especialista que devuelve k
salud, la paz, la armonía, estamos olvidando la existencia de una inteligencia
supervisora interna que gobierna todos nuestros cambios. El diagnóstico de esta
actitud es el adormecimiento de una conciencia para reconocer una sabiduría
inconsciente que siempre actúa en forma correcta, si no interferimos con ella a
través de nuestros temores, miedos y prejuicios, obstaculizando una dirección
plena de sabiduría.
El problema de toda enfermedad es básicamente el de comprender los
códigos con que los síntomas nos están expresando el olvido en que tenemos a
nuestro ser interior. Nos están hablando de la ruptura de la comunicación con
lo sagrado de nuestro medio. La enfermedad es un llamado a la propia
responsabilidad, para recordar quiénes somos y cuáles son las acciones que
requerimos para volver a nuestro camino de paz y creatividad.
En el libro El médico interior93,
se nos dice que la enfermedad muestra cómo nuestro sistema inmunológico ha
perdido la brújula para reconocer la presencia de factores dañinos y agresores
a nuestra salud.
A principios de siglo se consideraba que el sistema inmunológico
se localizaba en ciertas partes del cuerpo, y que actuaba automáticamente ante
la presencia de enfermedad o infección. Se creía que este sistema automático
podía discriminar entra las células propias del cuerpo y las extrañas a él. Que
tenía una memoria bioquímica que permitía reconocer y diferencias las células extrañas
de las propias. En 1935, Walter Cannon descubrió que el funcionamiento del
sistema inmunológico distaba mucho de un modelo mecanicista de reconocimiento y
ataque, y que la homeostasis no depende de un órgano o células, sino de un
sistema completo. Los aspectos afectivos y emocionales ejercen un papel
fundamental dentro del sistema inmunológico, ya que el miedo, la tristeza o el
enojo actúan directamente sobre su capacidad de defensa. Es pues claro que el
sistema inmunológico no es autónomo, sino que funciona en estrecha relación con
nuestros estados de anímicos.
El sistema inmunológico es una especie de sexto sentido, es un
órgano sensorial con una profunda sabiduría interna, que puede dejar de operar
cuando viene el agotamiento, ante exigencias excesivas, cuando nos sentimos
merecedores de la salud, o aun cuando la rabia lleva a conmocionar al sistema
de defensa completo.
Freud comprendió la estrecha relación entre mente y soma a partir
de una experiencia clínica. Se negó a reducir los síntomas de la conducta
individual y social a un conjunto de respuestas físico-químicas del organismo,
no por lo verdadero que haya en esto, sino por lo insuficiente para comprender
la complejidad de las relaciones humanas como la angustia, el dolor o la
experiencia de ausencia de sentido en la vida.
Freud fue un investigador valiente cuya genialidad consistió en
atreverse a enfrentar las condiciones límite y de frontera en los distintos
niveles de la realidad sicosocial. Descubrió que no hay diferencia cualitativa
entre la salud y la enfermedad mental; que los instintos son un filo, un
lindero entre cuerpo y psique, que el inconsciente no es un recuerdo estático
reprimido, sino un recuerdo dinámico reprimido que actúa constantemente sobre
nosotros, por lo que en el cuerpo hay psique y en la psique hay cuerpo.
Groddek94,
discípulo querido y admirado por su maestro Freud va más allá de las
intuiciones freudianas, pues parte del camino que éstas abrieron para entender
la existencia de un inconsciente en nuestras vidas. Freud tuvo miedo de los
rumbos que el término inconsciente tomaba en las afirmaciones de su seguidor
más querido. Para Groddek, la distinción entre cuerpo y alma es sólo nominal y
no esencial. Es en el Ello (término que posteriormente retoma Freud para hablar
de los impulsos) donde se encierra una fuerza para la que vivimos, mientras que
creemos que somos nosotros quienes vivimos. El Ello configura lo mismo la nariz
que los pensamientos, los sentimientos y las enfermedades.
92Huxley,
La experiencia mística, Kairós.
93Huxley, El médico interior.
94Groddek, Correspondencia, Anagrama
93Huxley, El médico interior.
94Groddek, Correspondencia, Anagrama
Para Freud el inconsciente es una mediación entre lo corporal y lo
anímico, mientras que para Groddek es un constitutivo corpóreo-espiritual: una
realidad donde está inscrita una profunda sabiduría. Es decir que mientras para
el maestro el inconsciente era una realidad fenoménica, para el discípulo era
la representación de una sabiduría interna, que por supuesto suponía enlazada e
interconectada con la sabiduría cósmica. Freud consideraba esta propuesta como
una afirmación que rayaba en el misticismo, y recomendaba a Groddeck cuidarse
de esta exaltación poética que podía alejarlo del terreno de la ciencia.
Jung, otro discípulo de Freud quien a diferencia de Groddeck, no
fue consecuentado por su maestro, sino que recibió toda la furia de un Freud
que se sintió traicionado en sus teorías, también intuyó una realidad global
del inconsciente; el inconsciente colectivo. Su propuesta representa una
revolución respecto de la concepción mecanicista del espacio-tiempo
interpretadas con una lógica lineal del pasado-presente y el futuro.
Jung fue tachado de loco por intuir la presencia la presencia de
sincronías e interrelaciones en los eventos, que no es posible entender bajo
una óptica limitada de causa y efecto.
Wilheim Reich también fue condenado por Freud al hablar del
inconsciente como un flujo de energía, lo que va más allá de la concepción
freudiana de catexias-contracatexias, investidura energética o reacción y
contrareacción, que el fisicalismo recalcitrante había heredado al
sicoanálisis. Reich propuso que las emociones dibujan, forman, conforman el
cuerpo, y que en el cuerpo recuerda, se preserva, se almacena el inconsciente.
Reich dijo: "pongan las manos sobre el cuerpo y habrán puesto sus manos en
el inconsciente". El inconsciente, según esta teoría, se encuentra en la
energía biológica del cuerpo, y no en el discurso racional. Para Reich, el
cuerpo es víctima de nuestras represiones inconscientes y fuente inagotable de
verdad y sabiduría.
En este siglo ya comienza a reconocerse que los procesos en la
naturaleza no son interdependientes sino que están interconectados, y que pasa
entender esto hay que romper con un modelo lineal del comportamiento que nos
impide involucrarnos con el flujo natural de la sabiduría integral que somos
nosotros mismos y la naturaleza.
Capra95, en el
libro que ya mencionamos dice que la esencia misma de la conciencia ecológica
es el reconocimiento de la sabiduría integral, inscrita en todas las cosas, que
nos lleva a un profundo respeto por las acciones y movimientos que ocurren en
la naturaleza. Cualquier espacio de nuestro ambiente natural consta de
ecosistemas habitados por un sinfín de organismos que durante miles de años de
evolución han utilizado y recuperado las mismas moléculas de tierra, aire y
agua. Esta acción de utilizar, reciclar, perfeccionar, generar nuevas
realidades, debe explicarse en términos de cooperación con una energía que
engloba y rebasa las expresiones inmediatas de esa energía generosa y sabia.
Los tiempos de expansión y despliegue de esta energía no pueden comprenderse si
se utilizan los parámetros de organización humana, que son de corto plazo y más
limitados.
La discrepancia que existe entre las organizaciones humanas y las
propias de la naturaleza es entendible , ya que nuestras instituciones se
organizan con criterio jerárquico para que pueda sobrevivir la institución
misma. El individuo que pertenece a esta forma de organización es considerado
como el engranaje de un todo, cuya finalidad es responder a las necesidades de
control y orden que una comunidad requiere para solucionar problemas de
convivencia .
En el caso de los organismos vivos, la organización para la
sobrevivencia no busca conservar sino producir más o, en otros casos, a
perfeccionar la organización y a purificarla de la complejidad de los sistemas
que se incrementa en la medida en que se cristalizan tanto las potencialidades
como la sabiduría implícita en cada una de las partes de los organismos vivos.
La consigna en este caso es organizar el desbordamiento natural en todo lo vivo
para expresar su condición de ser viviente.
La sabiduría de la naturaleza, enfocada desde el orden
epistemológico, debe partir de la premisa de que no se puede reducir la
conciencia a la certeza racional de un orden, que el término conciencia debe
ampliarse al terreno de lo biológico, donde encontramos la presencia de una
inteligencia cuyo origen antecede el desarrollo de un sistema nervioso
superior. La materia en tanto organización es espíritu y como espíritu se
subjetiva a la materia. Wilber dice en su introducción a la recopilación de
artículos sobre el paradigma holográfico96,
que cuando se preguntaba a un científico acerca del espíritu, aquél contestaba
"por ser científico es que creo en el espíritu".
El paradigma holográfico, que entiende la realidad como un todo
interrelacionado donde la parte es una expresión del todo y que está
interrelacionado con todo, considera que la materia y el espíritu no son cosas
distintas sino dos manifestaciones del mismo proceso dinámico de
acrecentamiento de niveles de organización. David Bohm97
relaciona los modelos internos de los individuos. El exterior no es contrario
ni ajeno a lo interno, y nuestro interior cristaliza en cada una de las
acciones que realizamos respecto al exterior.
La separación tajante entre el adentro y el afuera es una división
artificial con respecto a la identidad ecológica que nos impide considerar que
el ambiente está provisto de espíritu y que por lo mismo tenemos derecho a explorarlo.
La realidad es muy otra. Gea, la
Tierra , es un organismo vivo sensible e inteligente que
responde con la misma complejidad que tienen los seres humanos en sus
interacciones: apertura y entrega, cuando se le trata con la enewrgía del amor;
hostilidad y furia frente al maltrato, el encono o la violentación de su
procesos; creatividad, fertilidad y salud ante la caricia; la desintegración,
inflexibilidad y enfermedad ante el desprecio o la falta de cuidados.
Berman98 asume la
postura de una conciencia previa al ejercicio de la razón, en la cual la vida y
la conciencia, Eros y Logos son una y la misma cosa. El saberse partícipes de
una realidad holística tiene sus orígenes en el propio cuerpo, que se
experimenta como una totalidad plenamente involucrada con lo que le rodea.
95Capra,
El punto crucial, Imagen.
96Varios, El paradigma holográfico, Kairós.
97David, Bohm, La totalidad es el orden implicado, Kairós
98Morris Berman, El reencantamiento del mundo, Cuatro Vientos.
96Varios, El paradigma holográfico, Kairós.
97David, Bohm, La totalidad es el orden implicado, Kairós
98Morris Berman, El reencantamiento del mundo, Cuatro Vientos.
Describe una experiencia preconsciente de sentimiento oceánico y
cósmico con el cual el individuo tiene una verificación fundamental que jamás
puede ser extirpada: "Yo soy mi ambiente". Percepción ecológica
primaria de la naturaleza que tiene sus raíces en el sustrato biológico, y que por
supuesto es anterior a la experiencia del ego o del Yo en el individuo (fase
cósmica anónima de la niñez). Cita a Newmann, para quien la superficie del
cuerpo con sus zonas erógenas es el principal escenario en la experiencia del
niño, tanto en sí mismo como de los demás. Es decir, que en la piel se define
una experiencia de totalidad en la que el sí mismo y el otro se fusionan para
obtener un conocimiento que va más allá de los límites entre el Yo y el Tú.
Conocer desde la piel incita a la evocación del otro para que se
una a nuestro fluido vital, a nuestro camino y a nuestro recorrido. No sólo la
piel invoca, la naturaleza también nos llama a seguirla en el libre curso de
sus fuerzas.
La visión holográfica, como una postura epistemológica que propone
una visión unitaria y una crítica a la fragmentación del conocimiento, surge en
los años ochenta, cuando las consecuencias de la teoría de la relatividad de
Einstein y las aportaciones de la física cuántica dan un ángulo de observación
que pone en entredicho la aplicación indiscriminada de los principios de
causalidad a todos los fenómenos que aparecen en la naturaleza. Nos confronta
con los límites de toda interpretación, lo cual presupone que la dinámica de
los sistemas abiertos es similar o parecida a la que presentan los sistemas
cerrados para la entrada y salida de energía.
Descartes no sólo es el padre de la filosofía y la ciencia
modernas, sino también el origen de una actitud hacia el conocimiento cuya
premisa epistemológica es fragmentar para conocer.
Su división entre res extensa y res logitans, cuerpo y
pensamiento, sujeto y objeto, es una propuesta tajante que lo lleva a
considerar que el método y la tajante que lo lleva a considerar que el método y
la óptica necesarios para conocer la realidad son:
a) Reducir lo complejo a sus componentes más simples; y
b) establecer la radical separación entre cuerpo y mente.
Para Descartes el cuerpo es un sistema complejo cuyas funciones
deben reducirse a sus mecanismos activos últimos; las funciones a sus órganos,
los órganos a sus tejidos, los tejidos a sus células, y los fragmentos
celulares a los componentes físico-químicos de las moléculas.
Koire99 explica
que el método analítico de reducir lo complejo a lo simple tuvo éxito por las
posibilidades de control y poder sobre la naturaleza que supone. Adquirir poder
exige el divorcio del mundo del valor con el mundo de los hechos.
En el terreno de la salud, entendida en su enfoque ecológico o
integral, las consecuencias de la visión fragmentaria anteriormente señalada
son las de considerar la enfermedad como un problema técnico y la terapia como
una manipulación mecánica de objetos definidos: extirpar, sustituir partes del
cuerpo y sacrificar la expresión de procesos naturales con fines de control. El
criterio base es el de la eficacia de la medicina para reintegrar rápidamente
al enfermo a su hábitat y a sus responsabilidades en el todo social.
Los adelantos en la investigación sobre la patología y el cuerpo
se han dirigido hacia el conocimiento preciso de la etiología de la enfermedad.
Se circunscribe ésta a un problema de comportamiento de virus y bacterias, que
ha conducido a la búsqueda de vacunas y antibióticos.
No puede negarse que se han resuelto epidemias y muertes
provocadas por no controlar infecciones; sin embargo han aumentado los
problemas de salud cuyas repercusiones sociales son mayores, al requerirse de
adelantos tecnológicos y antibióticos cada vez más complejos para atender los
problemas de salud de las comunidades.
Hemos olvidado nuestro entorno natural para incluirlo dentro de
nuestras opciones de salud. Lo mismo ocurre con nuestra capacidad de
involucrarnos con nuestro cuerpo para llegar al conocimiento de lo que éste
demanda y necesita.
La sabiduría integral se puede definir en su sentido profundo como
el reconocimiento de que cada una de nuestras acciones particulares repercuten
en la totalidad del ecosistema, y que oikos es un término acertado para
expresar la existencia de una inteligencia presente en la naturaleza, que
tenemos que aprender a leer y a escuchar.
Identidad y agradecimiento.
En Occidente resulta difícil experimentar la unidad de la vida,
por las limitaciones de nuestras capacidades efectivas para asimilar los ciclos
de cambio y transformación; por temor al ciclo de la vida y de la muerte y por
la pérdida frecuente del sentido del ciclo de nacimiento y terminación.
En Oriente, la experiencia de unidad se debe a la comprensión de
la muerte como parte de un movimiento de transformación y perfeccionamiento de
todo lo vivo, y no en el sentido de aniquilamiento. Para ellos energía es
conciencia y la conciencia energía cuyo movimiento se encamina hacia la
cristalización cada vez más clara de la unidad entre ser-sentir-pensar a través
del amor.
El sujeto es una energía que al morir no termina. Vuelve a nacer
para completar su proceso de realización, que consiste en experimentarse y
saberse como una totalidad plenamente amorosa. Rompe con las dualidades que son
falsas y éstas se comprenden como manifestaciones diferenciadas de la unidad.
Por ello, la destrucción es movimiento necesario de ruptura con el apego a los
sentimientos de dolor y con la ignorancia de que la completud del ser la
tenemos desde ya y para siempre en nosotros mismos.
La muerte, la terminación de relaciones, las pérdidas efectivas
son movimientos de un impulso energético en búsqueda de una resolución.
¿Resolver qué? Tomar conciencia de que lo que queremos encontrar afuera
(felicidad, amor, dignidad, valía) ya lo poseemos en el interior. El ciclo del
nacimiento y la muerte es un proceso donde sucede un continuo renacimiento,
hasta llegar a la conciencia plena de que uno es ya la totalidad.
La experiencia de interdependencia e interrelación entre las
múltiples manifestaciones de la vida no pueden comprenderse desde nuestros
instrumentos racionales, que tienen una limitación en su óptica: observan desde
un Yo claramente separado del "otro". Y la conciencia de la
interrelación entre todas las cosas sólo puede ser fruto de la intuición o de
la experiencia directa y evidente de que Yo y todo lo que me rodea somos una y
la misma cosa: energía consciente en movimiento.
Para Maslow100 esta
conciencia de interrelación con el todo requiere de una disciplina de diálogo
interno con nuestras propias necesidades, capacidades y reacciones constitucionales,
temperamentales, anatómicas, fisiológicas y bioquímicas, es decir, con la
propia individualidad biológica. Esto conduce a experimentar pertenencia a la
especie humana.
Si el mundo occidental, son su paradigma racional, no nos permite
ver con claridad la unidad ¿qué podemos hacer?
Capra sugiere cambiar radicalmente muchos aspectos de nuestro
estilo de vida derrochador, inspirado en el consumo intensivo de recursos, para
mejorar la calidad de nuestra vida.
Sin darnos cuenta, derrochamos y malgastamos continuamente nuestra
energía. El desgaste y la explotación de los recursos energéticos es una de las
tantas manifestaciones de incomprensión sobre nuestra participación respecto de
una energía que se alimenta de la cooperación entre los vivientes, y que pierde
su fuerza cuando se dan movimientos de autoafirmación que rompen con la unidad
interactuante.
Derrochamos energía al mantener la autocomplacencia con la cual
creemos encontrar la felicidad, cuando en realidad nos alejamos de ella, pues
nos exige mantener un concepto fijo de nosotros mismos. Por ejemplo, el ideal
de belleza, que supone permanecer siempre con la misma textura de piel, con la
misma firmeza en los músculos, con iguales formas y la misma flexibilidad de
movimientos, dificulta comprender que el envejecimiento o disminución del valor
de nuestro cuerpo, no es una pérdida, sino un proceso en el que el cuerpo se
repliega hacia su interior para adquirir un conocimiento de ellos mismo, de su
dignidad y fuerza. Pero esto es parte de un proceso que culmina con el respeto
a un cuerpo que ya no necesita de tal exterioridad, pues a través de la
experiencia ha adquirido la certeza de su valía mediante un continuo dar y
recibir.
En el mismo sentido, la posesión de bienes, ideas, objetos,
reconocimientos, etc. son etapas necesarias para gestar en nosotros una
experiencia de bienestar. Sin embargo, estas posesiones se convierten en
estructuras rígidas cuando no podemos incorporarnos al fluir liberador de la
plenitud en nosotros mismos.
El estatismo en las ideas son dogmas que se construyen sobre algún
descubrimiento hecho en un momento dado sobre la realidad. Al convertirnos en
esclavos de ese descubrimiento se invierte la posesión: ya no poseemos ideas;
las ideas nos poseen a nosotros. Por el contrario, la disposición a explorar
estimula la vitalidad.
Para muchos poetas visionarios, místicos y hombres sensibles, la
experiencia de equilibro no parte de una interpretación racional de los
acontecimientos, sino del sentido de agradecimiento. Para Milliam Blake,
"la gratitud es el paraíso mismo". Agradecemos cuando hay una
emanación interna de felicidad incontrolable, ante la certeza iluminadora de
ser uno con el todo.
Cuando surge en nosotros la experiencia profunda de gratitud,
adquirimos una responsabilidad muy distinta a la de la simple asunción de un
rol dentro de un grupo. Cuando la responsabilidad surge del agradecimiento, nos
sentimos no sólo obligados, sino comprometidos, (con-promesa) frente a nuestros
afectos, nuestras acciones, nuestro sentido de vida.
Para el hinduismo, la conciencia cósmica es una experiencia
vivencial de ser energía que nos lleva a cuatro actitudes:
a) Compasión.
b) perdón
c) verdad, y
d) contentamiento.
b) perdón
c) verdad, y
d) contentamiento.
El dharma101 es el
camino hacia la verdad que tomamos para realizar nuestro ser, y que requiere de
las cuatro características antes mencionadas, como actitudes vitales para
conectarnos con un auténtico agradecimiento con la existencia. Así pues, el
dharma responde a la pregunta por nuestro punto en el mismo cosmos y nuestro
lugar y responsabilidad en el proceso de concientización de la energía.
Ferguson102 concibe
que en una actitud ecológica más profunda que la simple protección del
ambiente, más que imaginar un escenario de los muchos futuros posibles, de lo
que se trata es de asumir una responsabilidad. Esto es importante resaltarlo,
ya que se confía no en la capacidad humana para proyectar un futuro, sino en la
capacidad humana para respetar el fluido natural del Todo en sus
cristalizaciones particulares.
99Koire,
Del mundo cerrado al universo infinito.
100Maslow, El hombre autorrealizado, Kairós.
101Swami Muktananda, La relación perfecta,Fundación SIDA.
102Ferguson, La conspiración de acuario, Kairós.
100Maslow, El hombre autorrealizado, Kairós.
101Swami Muktananda, La relación perfecta,Fundación SIDA.
102Ferguson, La conspiración de acuario, Kairós.
En Oriente, el principio de la no acción se fundamenta en la
aceptación de que los acontecimientos siguen un curso naturalmente sabio y que
la sabiduría consiste en no interferir con ellos, y descarta la premisa de la
inmovilidad o el sometimiento. La sabiduría es comprendida como alegría gozosa,
desbordamiento, actuar en sincronía, en sintonía con el Todo.
La espiritualidad es la propuesta de un paradigma de
conciencia-identidad ecológica que surge a partir de una evidencia: la armonía
en el cosmos no tiene causas mecánicas: está hecha de interrelaciones
complejas, y el respeto incondicional a los hechos es una actitud liberadora de
los deseos de autoafirmación, de dominio o de poder. Tal espontaneidad
significa involucramiento, es el compromiso más profundo con lo que somos y
para lo que estamos.
Castro, Ma. Luisa.
"Identidad ecológica" en Alteridades. Año 1, núm. 2, 1991, pp.74-85. |
Tópicos para la reflexión
- Explica
las razones por las que, según se establece en la lectura, en la
civilización occidental se da una oposición entre la autoafirmación y la
cooperación.
- Explica
cómo el establecimiento de territorios de conocimientos fragmentarios e
independientes han llevado al ser humano a sentirse ajeno a la naturaleza.
- Define
con tus propias palabras cuál sería esta sabiduría integral que podría
acercarnos a la naturaleza.
- ¿A qué
se refiere la autora cuando afirma que tenemos que aprender a leer y
escuchar a la naturaleza?
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